No es un deporte de riesgo


Autor: Nigel Barley

Sinopsis

Este libro delicioso es un híbrido de relato de viaje y estudio etnográfico sobre el singular pueblo toraja, siempre en un tono sarcástico en relación con el engreimiento académico y el frío distanciamiento del antropólogo convencional. Como brillante broche final, el tiempo que los artesanos toraja pasan en Londres mientras construyen un granero de arroz para el Museo de la Humanidad ofrece al autor una extraordinaria oportunidad para observar tanto el comportamiento de éstos en un medio nuevo para ellos como los juicios que la vida londinense provoca a su mirada curiosa de miembros de una cultura completamente extraña. Una especie de inversión de la experiencia antropológica que corona admirablemente la notable calidez humana que impregna las páginas de todo este libro.

Opinión personal

Cuando leí en la sinopsis que se trataba de un estudio antropológico temí que fuera un tostón, serio y científico, pero nada que ver, es un relato ameno, sencillo y con humor, de hecho podría tratarse de las aventuras de un mochilero pasando las calamidades propias de cualquier viaje a un país exótico, periplo infinito hasta llegar al destino, mosquitos, monzón, alojamientos infernales etc

“Había imaginado que mi estancia consistiría simplemente en el trasbordo del autobús a un barco y luego, mientras salía el sol, navegación. No sería así”

El autor anteriormente había hecho trabajos en África occidental y está vez la llamada salvaje le lleva a Indonesia, concretamente a Sulawesi, a conocer el modo de vida de la población toraja.

“Probablemente un antropólogo sea el peor huésped imaginable. Personalmente no tendría uno en mi casa. Llega cuando nadie lo llama, se instala sin que nadie lo invite y acribilla a sus anfitriones con absurdas preguntas, al extremo de sacarles de quicio”

Las mejores cosas del libro son las relaciones tan cercanas que establece con los indonesios, los retrata como hospitalarios, amistosos y cálidos.

Cuenta por ejemplo la necesidad que tienen de abrazar porque desde temprana edad se tranquiliza a los niños con una pesada almohada y los animan a abrazarla hasta que se duermen y siguen así hasta que se casan. El resultado es que los indonesios si no están abrazados a algo se sienten inquietos y los ves por la calle abrazados a farolas o esquinas, que entrañables.

También hay episodios muy divertidos al final del libro final con el intercambio de roles cuando son los toraja los que se tienen que adaptar a la vida en Londres.

Sin embargo hacía la mitad del libro, cuando ya está más establecido en el poblado, mi interés decae un poco, en ese punto ya necesito más aventura, movimiento y lugares nuevos, me hubiera encantado que continuara su viaje por el país, pero claro, entonces el argumento no sería el de un antropólogo que va a hacer un trabajo de campo, sería otro libro. Así que, teniendo esto en cuenta, si el tema te parece interesante en sí mismo, te da curiosidad o quieres ambientarte para un próximo viaje a Indonesia, es un libro más que recomendable.

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