Mostar: belleza amarga

Aburrido en el autobús miraba por la ventana y no interpretaba bien las señales que encontraba a través del cristal.
Al poco tiempo de pisar suelo bosnio me fijé en tres lápidas con la foto de tres jóvenes en el arcén. La carretera es mala y por esta zona conducen como el culo así que imaginé que en el año ’93 ahí hubo un accidente.
Entendí que el tráfico no había sido el causante cuando las tumbas se multiplicaban a medida que nos adentrábamos en este país, y sobre todo cuando llegamos a las afueras de Mostar.
En esta zona, la mayoría de los edificios presentaban marcas de los impactos de la metralla en sus fachadas o directamente estaban en ruinas.
Parece que a la UNESCO no le interesa tanto restaurar los barrios donde vive la gente como el centro donde se concentran la mayoría de los turistas.
Nada mas parar en la estación se nos acercó Magdalena. Una chica joven con un inglés comprensible y un plano en la mano que nos ofrecía un alojamiento.
La seguimos, dejándonos llevar mas por el cansancio que por una decisión lógica centrada en la localización del lugar dónde dormir.
Hay que estar atento a la ubicación del alojamiento porque algunos de los que te ofrecen se encuentran alejados del centro y dificultan un disfrute accesible del casco antiguo.
Tuvimos mucha suerte porque los “Apartamentos Lena” se encontraban a un paso de la estación y del centro.
El apartamento, que compartía cocina y baño, no estaba mal. Limpio y mas o menos cuidado por 10€ persona noche.
Una vez acomodados, aun manteníamos la incertidumbre de pasar 1 o 2 noches en este lugar.
La casera nos advirtió que no era una buena idea intentar coger el tren de las nueve de la noche, pues sufre grandes retrasos (hasta de dos horas).
No nos convencieron demasiado esos argumentos así que salimos a recorrer la zona aun con la duda rondando nuestras cabezas. Sin embargo, la  indecisión se disipó en cuanto pisamos el casco antiguo.
Serían dos noches.
Mostar mantiene intactos los detalles propios e inconfundibles de las ciudades con raíces islámicas como son las calles adoquinadas, las mezquitas, un pequeño zoco, el sonido del agua…
También alberga una belleza amarga: las cicatrices de una guerra demasiado reciente.
Señales de la guerra en Mostar

Yo no era más que un adolescente a primeros de los ’90 y las noticias de la guerra de los Balcanes me quedaban un poco lejos pero ahora estaba aquí y necesitaba saber lo que pasó para intentar comprenderlo aunque cualquier guerra sea incomprensible.

Al margen de bandos y de buenos o malos dejaré este vídeo que permite apreciar, aun mas si cabe, la belleza del símbolo de Mostar: “El Puente Viejo”.
Mural que simboliza los impactos que recibió el puente
Mural de Mostar
Mural que simboliza la armonía entre bosnios (musulmanes) y croatas (católicos)
La reconstrucción merece la pena ser visitada de día para disfrutar del contraste de colores entra la roca y el río y por los saltadores
Puente de Mostar
También hay que dedicarle un rato por la noche porque parece un monumento totalmente diferente
Puente de Mostar de noche
En definitiva que me ha encantado Mostar.
100% recomendable perderse por el casco antiguo, pasear por el zoco, cruzar todos sus puentes y ver las mezquitas.  
Mostar

Ah, Mostar también tenía un gato con ganas de cariño
Mostar

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3 comentarios en «Mostar: belleza amarga»

  1. Nosotros visitamos Mostar hace ya más de 7 años. Pensaba que poco a poco se habrían ido reparando los edificios afectados, pero veo que sigue habiendo un montón de edificios que evidencian los efectos de la cruel guerra,….20 años después.

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